San Martin |
8º- Dulzura con ...
Dulzura con los Criados, Pobres y Viejos
La fuerza de la dulzura es tal, que es superior a cualquiera otra. Pero esa dulzura no será debilidad, complacencia inocua. Es indudable que la dulzura es de por sí un acto de generosidad; es la ternura del gesto, como que es también el gesto tierno. Es el calor de la mano. Es la voz de la tolerancia. Es la fuerza de la fe. Es la verdad del amor. ¿Cómo se sienten aquellos con quienes la vida fue avara en sus dones? Si criados, porque saben servir con obediencia, exigiendo con su conducta el respeto y la consideración a que se sienten merecedores. Si pobres, saben sufrir en silencioso pesar, la menguada porción que les ha correspondido. Sí ancianos, contemplando el tiempo ido, irremisiblemente pasado, sin otra posibilidad de añorarlo. Pero bien lo dice el sabio: “Hacer misericordia y justicia es más agradable al Señor que sacrificio”.
Comprender a quienes nos sirven y ser dulces y generosos en su trato, es la manera más directa y fácil de lograr su colaboración y solidaridad. Es actitud cristiana, además. Asistir a los pobres de bienes materiales o de espíritu, es siempre obra de caridad. Pero de una caridad distinta en su esencia y en su forma. Es la caridad que llega a los corazones como una tenue y suave ternura; es la caridad del amor que, comprendiendo a la criatura que la recibe, la respeta y la exalta. Es la caridad de Dios, sencilla en su expresión, generosa en el gesto, amplia en su concreción.
¿Cómo iba a olvidar San Martín a los criados, a los pobres y a los viejos, si su espíritu estuvo volcado siempre en el amor al prójimo, en la bondad y en la tolerancia? ¿Cómo no recordarle a su Niña, si ella tendría que ser, andando el tiempo, la mejor expresión de sus sentimientos, la más cabal depositaria de su generosa filosofía? Responde, por otra parte, a su positiva formación cristiana.