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Mariano NECOCHEA

Militar. Nació en Buenos Aires, el 7 de setiembre de 1792. Fueron sus padres don Francisco Casimiro Necochea, español y doña Maria Mercedes Sarasa y Tirado, porteña. En 1802, fue enviado a Sevilla, donde recibió una sólida instrucción. Regreso a Buenos Aires en 1809 y entro a trabajar en la casa de comercio de sus padres. Alistado en el Regimiento de Granaderos a Caballo como alferez, el 24 de Abril de 1812, fue promovido a teniente. Participó de la batalla de San Lorenzo y por su actuación mereció ser ascendido a ayudante mayor. Incorporado al ejército del Alto Perú  y llegado a Tucuman se destacó por prestar servicio  en las tropas que debían apoyar  los restos del ejército de Belgrano. A las órdenes de Rondeau marchó hacia el norte, se destaca por su coraje en el encuentro del Tejar, en Febrero de 1815, donde se  salvo de caer prisionero por su arrojo temerario. También participó de los combates de Venta y Media y Sipe Sipe. Tras la campaña del Alto Perú se traslado a Mendoza para formar parte de las fuerzas que formaba el general San Martín. Tenía el grado de Sargento mayor cuando comenzó la campaña a Chile, marchando en la vanguardia de O´Higgins. Batió en la acción de Las Coimas, con fuerzas numéricamente inferiores a las tropas del coronel Quintanilla. Se halló en la batalla de Chacabuco.  Luego en el sur de Chile participó del asalto a la plaza de Talcahuano, el 6 de Diciembre de 1817. Encontróse en la sorpresa de Cancha Rayada y en la batalla de Maipú, donde fue herido. Por su comportamiento, en 1818, fue promovido a coronel graduado. También obtuvo la condecoración de la “Orden del Mérito”, en Chile. Paso al Perú actuando en la ocupación de Lima y del Callao, ascendido a general de brigada en 1821. Prestó servicios en la segunda Campaña de la Sierra bajo las órdenes del general Arenales. Alejado San Martín del Perú, continuó en el Ejercito Libertador   al servicio de Bolívar, quien en Febrero de 1824, lo designó gobernador de Lima, y tuvo como secretario general de gobierno a Tomas Guido. Entre otras acciones estuvo en la batalla de Junín, donde cayó en poder de los españoles con el cuerpo lleno de heridas y sangrante, siendo recuperado por Manuel Suárez, quien decidió la batalla con una oportuna carga de los escuadrones que mandaba. Bolívar hizo constar en el parte su heroísmo, por lo que fue ascendió a general de división. Como resultado de esta acción Necochea quedó inválido. Luego de Ayacucho, Bolívar le encarga la dirección de la Casa de la Moneda de Lima. Luego quedó envuelto en la trama de una conspiración y como consecuencia de ella quedo en prisión. Nada pudo probársele porque era extraño a ese suceso, pero se decidió abandonar el Perú, no sin antes devolver los despachos de general y algunos valores que poseía. Al llegar a Buenos Aires le sorprendió la noticia de la guerra  del Brasil. El presidente Rivadavia le confió el mando de las fuerzas de reserva reunidas en la capital. Lo nombró además coronel del cuerpo de voluntarios denominado “Húsares defensores del honor Nacional”, el 20 de diciembre de 1826. Pidió ser enviado al frente de operaciones, pero al no lograrlo regreso a Perú, siendo recibido con entusiasmo por algunos. A raíz de haber roto Perú relaciones con Colombia, volvió a Buenos Aires, donde solicitó un puesto en el ejército de operaciones, pero el gobierno se contento con dárselo en la frontera sur, lo que declinó. En 1829 fue deportado a Bolivia, y en 1831 regresó a Perú, en virtud de una ley de amnistía. Volvió a ocupar la dirección de la Casa de la Moneda. Al estallar la guerra en ese año, el gobierno le dio el mando del ejército, y en ese carácter marcho sobre la capital donde se encontraba el presidente Orbegozo. En 1834 se le confirió la más alta distinción peruana el grado de Gran Mariscal. Víctima por tercera vez de la proscripción, se vio obligado a refugiarse en Chile, donde pasó serias dificultades. Reintegrado al Perú, fue repuesto en sus grados y honores, y volvió a ocupar la dirección de la Casa de la Moneda, Desde fines de 1845, los padecimientos de Necochea, ocasionados por una grave enfermedad pulmonar como consecuencia de las heridas  fueron permanentes. En 1848, se estableció en una casa del entonces caserío de Miraflores, donde falleció el 5 de Abril de 1849. Al conocer las autoridades su deceso, el ministro de guerra dispuso que una parte del Regimiento de Lanceros de Torata marchase a rendirle honores durante su velatorio. Sus restos fueron embalsamados e inhumados en el cementerio de Lima, donde años mas tarde le fue levantado un hermoso mausoleo. Al cumplirse un centenario de su fallecimiento, fue declarado prócer del Perú y sus restos trasladados  al panteón de los próceres, con las pompas que correspondían a su alto merecimiento histórico. Ángel Carranza recordó su “figura gallarda -maneras cultas y desenvueltas, cabello ondeado y renegrido, barba tupida, rostro significativo y mirada magnética- cualidades que reunía una salud de bronce, fuerzas hercúleas, destreza suma en el caballo y más que todo una gigantesca reputación de valiente…”

 

 

Bibliografía: “Vivencias Sanmartinianas en las calles de la ciudad”

Cecilia Marigliano – Leonor Moral de Meli.

Talleres gráficos de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.C. Mendoza.

Año 2002. pág. 150 – 151

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