San Martin |
7º- Inspirarla sentimientos ...
Inspirarla sentimientos de Indulgencia hacia todas las Religiones
El Divino Maestro nos enseñó que es necesario “amarnos los unos a los otros”. Ese mandato encierra una hermosa lección de convivencia y de generosa apertura espiritual. En la entrega de amor que queramos y sepamos realizar, está la evidencia no menos bella de la tolerancia y de la comprensión. Si éste es mi Dios y señalo con el signo de la cruz mi creencia, mi fe, mi filosofía, todo ello está dictando el comportamiento adecuado, para que quepan en esas premisas, toda la medida necesaria para aceptar las otras creencias. Juan XXIII, el Papa Bueno, abrió las compuertas de esa indulgencia, de esa tolerancia hacia nuestros semejantes. Porque la indulgencia es generosidad, y porque todos cabemos en el reino de Dios y queremos ser aceptados en el convite inefable de una fe y de una verdad. Porque nos ha colocado en el alma un amor infinito para ser mejores; en los labios, las palabras para la dulzura y la bondad; en los ojos, la luz que ilumina los senderos de la vida, mientras marchamos, serenamente, hacia los límites de los días, con la esperanza de haber sido buenos o con el dolor de no haber sabido serlo.
Casi todas las religiones procuran hacer del hombre algo mejor, y si posible fuere, “a imagen y semejanza de Dios”. Que en eso fundan todas las filosofías.
San Martín procuraba estimular en su hija, los mismos sentimientos que conformaron todos los actos de su vida, y a fuerza que ellos se fundaban en su inestimable amplitud de espíritu. Y por cierto que su hija fue fiel heredera de su mandato y digna depositaria de su fe.